Mis meteduras de pata
No lo he probado, pero si buscamos “meter la pata hasta el
cuezo” en Google, apostaría a que mi nombre aparece entre las primeras
posiciones porque se me da, muy, pero que muy bien. ¡Si es que peco de
inocente!
Caramba, estoy subiendo posiciones para la búsqueda “meter la pata” …por fin destaco en algo.
Un día estaba iniciando mi clase de yoga y como suele ser habitual era el único hombre de la sala. Normalmente practicamos con una luz tenue, que a mí me parece muy adecuada, así que cuando la profesora dijo: “¿queréis que encienda las luces del techo?”
Yo respondí sin malicia:
—No hace falta, total, para lo que hay que ver.
Momento en el que todas sonrieron y se volvieron hacia mí. Y digo yo, ¿por qué cuando se dice eso hay que suponer que te refieres a que son feas? ¡Si es que la gente tiene muy mala leche!
Yo, lo que quería decir era, que no teniendo que tomar apuntes o mirar una pizarra, estábamos mejor con una iluminación suave.
¡Echadle un poco de humor chicas!
Imagino que les convenció mi explicación porque no me echaron de clase ni me lanzaron el ladrillo de yoga, pero con la sonrisa en la boca todavía, alguna respondió: “ya, ya Pedro, trata de arreglarlo ahora”.
¿Enciendo la luz? ...que la lío, yo con la boca cerrada hasta el Ommmm final.
Pero no ha sido esta la única ocasión, no. Un día caminando por la calle con una amiga vemos un perro, un samoyedo todo blanquito. Mi amiga, que es una gran amante…de los perros, mal pensados, y de hecho tenía una cocker con pedigrí, se acercó a acariciarlo. El chucho se puso a ladrar justo en ese momento, no de una manera agresiva sino contento y moviendo el rabo, pero se alejó de ella.
Mi amiga se quedó sorprendida y para quitarle hierro al asunto a mí no se me ocurre otra cosa que contarle una anécdota que había escuchado en la radio tiempo atrás.
Esta historieta trataba de una modelo internacional que, a punto de marcharse de viaje a Nueva York, se despide de su perrita, que resulta que está en celo, así que imaginaos lo que pasaría al restregarse por su pierna.
Cuando llega a los controles del aeropuerto, el perro policía que estaba allí se vuelve loco y se pone a ladrar con ganas hacia la chica. Como el animal estaría entrenado para detectar drogas o explosivos, el funcionario que está al cargo le da el alto.
No sé lo que pasaría por la cabeza de ese hombre, pero pensaría que, o bien era su día de suerte o que sus compañeros le estaban gastando una broma.
Dónde está la cámara oculta que esto es demasiada suerte
Volviendo
a mi amiga, cuando terminé la anécdota vi que me miraba con cara un poco
extraña, fue entonces cuando me di cuenta que le acababa de meter la pata hasta
el fondo…, venía de decirle que quizás el perro le ladrara porque ella olía a
perra.
No
se lo debió tomar muy mal porque a día de hoy todavía me dirige la palabra.
Tiempo después descubrí que el samoyedo que vimos por la calle era de una compañera de trabajo y cuando le conté mi metedura de pata, me explicó que su perro siempre ladraba por esa zona porque allí vivía un amiguito suyo y lo llamaba para que se asomara a la ventana, vamos, un Romeo y Julieta perruno.
Qué bien hueles… ¿es Eau de Chuchó?
Por eso hace tiempo escuché a un empleado de seguridad, que como perros guardianes de propiedades son mejores las hembras, porque, aunque el macho es más fuerte, frente a una perra en celo se le olvida todo su entrenamiento y se centra en lo que le dicta su instinto, que no es ni de lejos proteger la propiedad de su dueño.
¡Por mucha evolución, hay características comunes a todas las especies!
Pero ahí no acaban mis meteduras de pata. Hace años, un amigo comentaba que, en contra de lo habitual, las azafatas de una determinada línea aérea eran muy feas.
Un día, mi novia y yo volábamos a no sé donde con esa misma compañía. Cuando estábamos despegando, con todo el pasaje ya sentado, le comento:
—Pues sí que tiene razón José con eso de las azafatas.
Ella me agarra la mano y me la aprieta. Los nervios del despegue pensé yo, que continué con mi explicación.
—Si, no te acuerdas de eso que nos decía de que las de XXXX eran feas.
Y ella me aprieta con más ganas la mano y me lanza una mirada asesina, momento en el que comprendí, que debía estar metiendo la pata una vez más.
Minutos después, cuando ya nos pudimos quitar el cinturón de seguridad, veo que se levanta alguien del asiento al lado de mi novia y era… ¡una azafata! Espero que además de poco agraciada no tuviera el oído muy fino.
Por suerte para mis compatriotas no elegí la profesión de diplomático, sin duda habría provocado más de un conflicto internacional.
Qué feas son las azafatas de XXXX, ¿tú donde trabajas?...en XXXX ¡tierra trágame!
Y tú ¿eres de los que meten la pata con asiduidad? Pues cuéntanoslo que al menos yo me solidarizo contigo, que lo llevo en mi personalidad.
Conozco al samoyedo del que hablas ;). Mete patas:)
ResponderEliminar¡bien guapo que era!
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