El ritual de Don Julián
El reloj del salón acababa de dar las campanadas de las 11, la hora indicada para que Julián comenzara su ritual de cada noche. Apagó la televisión y caminó hasta el baño. Cepilló sus dientes, tanto los naturales como los de porcelana, que depositó dentro de un vaso. Finalmente se atusó el poco pelo que le quedaba con la esperanza de que a la mañana siguiente estuviera donde lo colocó.
En la cocina continuó su rito tomándose la pastilla para dormir, abrió el frigorífico, buscó el frasquito de colirio y se echó 2 gotas en cada ojo. Apagó la luz y anduvo a tientas por el pasillo hacia el dormitorio. Alcanzando la foto de boda de la mesilla, besó a Carmina y después de dejar el retrato con delicadeza, dio cuerda al despertador.
Caminó hacia el
otro lado de la cama, el suyo, se sentó sobre el colchón y con el peso de los
años a cuestas, levantó las piernas y girando todo el cuerpo se acostó
arropándose bien con la manta ruana que su mujer tejió años atrás un agosto que no pudieron moverse de casa por una caída tonta.
El amor y la ternura prevalecen en tiempos de desolación.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cierto Lola, una pena que en tiempos de bonanza no les demos también la importancia que se merecen. Un abrazo
EliminarEstoy segura que ese ritual lo realiza mucha gente a diario, con nostalgia y ternura infinita.
ResponderEliminarPues seguramente, hay mucha gente que se siente sola desde que ya se marcharon los que fueron importantes en sus vidas. Un abrazo.
ResponderEliminarEsta historia está llena de ternura y de verdad. Muy bien contada.
ResponderEliminarSuerte, también, en Zenda.
Un abrazo.
Muchas gracias María, nos seguimos leyendo.
EliminarUna historia tan real como triste, contada en su justa medida. Me ha gustado mucho, enhorabuena. Mucha suerte.
ResponderEliminarGracias Carmen, me suelen gustar las historias de humor, pero ahora es l oque toca. Un saludo.
EliminarComo comentáis, últimamente muchos más de los pensaríamos, hacemos rituales iguales o parecidos al irnos a dormir, con la esperanza de que el día siguiente sea un día más para que falte un día menos para que esta tormenta llamada covid-19 amaine y podamos izar velas y navegar con calma.
ResponderEliminarA ver si es cierto que pronto podemos volver a la normalidad. Un saludo.
EliminarUna historia muy tierna y muy triste sobre la soledad de muchos de nuestros mayores. Me ha gustado. Saludos
ResponderEliminarCierto Rubén. A veces nos da pena ver a esos abueletes que están tan solos en pueblos que se están quedando desiertos, y la soledad también acampa en medio de las ciudades. Un saludo
Eliminar