Día de difuntos, la resurrección
Después de aquella urgencia médica y mientras las
piernas aun me temblaban, subí las escaleras en busca de mi esposa. Con voz
entrecortada le expliqué todo lo que había ocurrido. Mi ética profesional me
obligaba a hacer algo ante aquella atrocidad y le dije que se quedara allí
cuidando del niño mientras yo iba a la guarida del chamán para exigirle una
explicación.
Mi esposa
trató de disuadirme de aquella locura. Yo también sentía miedo, pero lo
consideraba mi obligación. El hechicero era un hombre anciano, así que
físicamente poco daño podía hacerme a mí, un hombre joven en plenitud de
facultades. Tampoco me asustaban sus conjuros, un hombre de ciencia como yo no
podía creer en supercherías.
Noche de difuntos... y yo al encuentro del chamán
-Si no he
vuelto para el alba, ve en busca de la policía y les cuentas todo- fueron mis
últimas palabras mientras tomaba las llaves del auto y cerraba la puerta tras de mí.
Recorrí las
colinas donde decían se refugiaba hasta que encontré una cueva con pinturas
fantasmagóricas sobre las rocas. Dos calaveras de becerros colgaban de sendos
postes a la entrada de la gruta, como si de guardianes hieráticos se tratara.
La luz de una fogata se adivinaba al fondo. Con paso lento me fui adentrando en
la guarida del chamán. Había recorrido pocos metros, que me llevaron lo que me
pareció una eternidad, cuando lo vi. Estaba cerca de una hoguera que parecía no
consumirse nunca. Dormía en una manta india directamente sobre el suelo de
roca. Se me heló la sangre cuando sus ojos se abrieron bruscamente al sentir mis
pasos.
¿Disfraz de Halloween? No, daba miedo con su aspecto habitual
-¿Qué quiere
de mi un hombre de ciencia?
-Quiero saber
qué le hiciste al niño que llevaste a mi consulta- respondí con contundencia fingida.
-Tan sólo
limpié su espíritu del mal que le atormentaba.
- ¿Pero se
atragantó con un hueso humano? - grité.
Moví
ligeramente mi pie y algo crujió bajo él. Tomé un palo encendido de la fogata y
lo sostuve por encima de mi cabeza iluminando a mi alrededor. La escena que
contemplé era indescriptible; fémures, tibias, calaveras, cajas torácicas … y todo
tipo de huesos humanos esparcidos por la estancia.
No había rincón de la cueva que no estuviera lleno de huesos humanos
- Pero ¿qué es
esto? - grité-. Eres un asesino.
-Tan sólo soy
un emisario del “más allá”. Yo sólo ejecuto lo que los Dioses desean que haga.
-Eres un
criminal. Pero esto no va a quedar así. Voy en busca de la policía y te haré
arrestar para que pagues por todos tus crímenes.
-¿Acaso crees
que los policías se van a atrever a venir aquí? ¿Piensas que son menos
creyentes que el resto del pueblo?
Convencido de
que tristemente tenía razón, recordé que mi suegro tenía contactos entre la
policía de México D.F.
-No me importa
que unos comisarios pueblerinos no crean mi versión. Traeré a los federales
desde la capital. Ellos no son unos paletos atemorizados por tu brujería.
Apenas le
había dado la espalda y encaminado hacia la entrada cuando escuché:
-Espera,
quizás podamos llegar a un acuerdo.
Te haré una oferta que no podrás rechazar..., la resurrección de la carne
- ¿Pero qué
clase de acuerdo? -exclamé indignado- ¿Acaso piensas que puedes sobornarme? El
único acuerdo que podría aceptar es que los devolvieras a la vida.
-A eso mismo
me refería- respondió con serenidad.
Todavía con
cara de estupefacción seguí sus indicaciones y me senté en torno a la hoguera.
De un hueco entre las paredes de la gruta extrajo una bolsita de cuero anudada.
Dentro había unas hierbas, unas pocas las arrojó al fuego haciéndolo
chisporrotear y con otras lio un cigarrillo, lo encendió y lo dio una calada
antes de ofrecérmelo. Lo agarré desconfiado, pero para un estudiante
universitario en los 70, un poco de maría no podía hacerle mucho daño.
-¡Caramba! Si
mi camello de la universidad hubiera tenido una hierba tan buena, hubiera sido
más popular que la capitana del equipo de animadoras, de la que dicen, que gracias
a su magnífico francés, acabó siendo miss Minnesota. ¡Desconocía que aquél estado
fuera francófono!
Ese brujo sí que sabía cultivar malas "hierbas"
Como
comentaba, en mis tiempos de estudiante universitario, ya conocí de cerca los
efectos de la maría en más de una de las fiestas a las que asistí.
De hecho fue
en una de ellas donde conocí a mi maravillosa esposa. Yo estaba ya un poquito
colocado, cuando tirado en un sofá comencé a morrearme con una rubia de larga melena,
o eso es lo que yo pensaba. Al cabo de un rato, vino, la que sería mi mujer y
nos separó, porque donde yo pensaba que estaba besando a una mujer rubia, en
realidad se trataba de un surfero californiano.
Yo sí que noté que picaba un
poco, pero estaba tan colocado que ni me enteré, además las hippies no tenían
fama de depilarse demasiado. Al chico, que resultó ser su novio y estaba más puesto
que yo, sólo se le ocurrió comentar: “Tío, ¡besas mejor que mi chica!”, que
como estaba allí mismo, lo escuchó y lo mandó a paseo.
Desconozco si fue por
despecho o por la curiosidad de comprobar si era cierto eso de que besaba muy
bien, pero nos acabamos enrollando en su Studebaker de los 50 camino de mi
residencia. Y desde entonces no nos habíamos separado.
Caramba, un espejismo, la rubia de larga melena se ha reencarnado en un surfero californiano
Pero no nos desviemos
y volvamos a la cueva del chamán.
Llevábamos ya
unas cuantas caladas y unos buenos tragos de tequila. Era una botella del que
destilaba él mismo y que no se sabía su graduación, pero efectivamente era
capaz de levantar un muerto. Me miró fijamente y me dijo:
-Ves esa
montaña de huesos. Quiero que los coloques en orden, agrupados.
A duras penas
me puse en pie y comencé la tarea asignada. Recogí todos los huesos que
encontré y los puse formando esqueletos en un hilera. Juntaba los fémures con
sus respetivas pelvis, las cajas torácicas con los húmeros y la columna
vertebral, coronando éstas con la calavera que mejor encajaba. Tardé lo que me
parecieron horas en ordenar todo aquel osario. Una vez lo hice, el chamán se
acercó y levantando sus brazos al cielo, imploró:
-¡Diabólica
Lorena!
-Quién es
Lorena- interrumpí.
Visiblemente
molesto me respondió: “Es la más despiadada de todas las brujas. Tan poderosa,
que el mismísimo diablo, temeroso de que le robara el puesto, la expulsó del
infierno. Desde entonces deambula por este desierto atormentando a los humanos”.
-Caramba, si
se llama igual me mi suegra- pensé mientras él seguía con sus conjuros.
“Diabólica Lorena,
revela uno de tus secretos,
y haz que estos esqueletos,
revivan con la luna llena”
Y dicho esto,
inhaló con parsimonia y exhaló el humo sobre el primer conjunto de huesos.
Pocos segundos
transcurrieron, cuando, ante mi perplejidad, el humo comenzó a convertirse en
la carne que algún día rodeó aquellos huesos. Incluso se regeneraba, en harapos,
la ropa que los vistió.
Aquellos que fueron difuntos comenzaron a cobrar vida
Los primeros
fémures se fueron rodeando de sus muslos. Faltaban algunos dedos, porque no
fui capaz de encontrarlos todos. Luego la pelvis, el pecho y la cabeza.
Debido a
las prisas, mi estado y la poca luz de la gruta, parecía que no había sido
capaz de atinar con todos los huesos del mismo individuo. Así, el primero me
salió un poco cojo porque las piernas no le medían igual.
Al siguiente, de
piernas extremadamente blancas, debí ponerle la pelvis de un negro, a juzgar
por el bulto de su entrepierna. Poco a poco, vi ante mis ojos como seres
humanos a medio hacer, recobraban la vida.
-Pero no se
están regenerando enteros, salen muy defectuosos- me quejé.
-Dale otra
calada- respondió acercándome el canuto.
- ¿Y les echo
el humo a los esqueletos?
-Haz lo que
quieras, lo importante es que tú fumes.
Y así seguimos
resucitando muertos. Al siguiente le faltaba un brazo porque no puede encontrar
más húmeros de su talla, y en el que tenía, le había colocado la mano hacia
afuera. Si no fuese porque era un cadáver, resultaría hasta cómico.
Resucitar muertos...¡qué agotamiento!
A otro le
puse el fémur derecho hacia arriba y el izquierdo hacia abajo, de tal manera,
que cuando intentaba andar sólo conseguía girar sobre sí mismo.
A los
siguientes les puse la caja torácica del revés, por lo que caminaban de
espaldas, y en muchos casos, a cuerpos de hombre les puse cabeza de mujer y
viceversa.
Por fin pensé
que uno me había quedado perfecto. Todos los dedos de los pies. Mujer, porque
tenía sus uñas pintadas, las piernas largas e iguales y sus pantorrillas
perfectamente delineadas. La pelvis también encajaba, con unas caderas y
cintura claramente femeninas. Curiosamente, aparecieron unas prótesis mamarias
alrededor de las cuales se formaron unos pechos voluptuosos. Sus brazos también
eran simétricos y todos los dedos de ambas manos estaban en su sitio.
-¡Maldición! Me
confundí de cabeza. Era la de un hombre, porque en cuanto sus ojos saltones
asomaron por sus cuencas, viendo aquellas tetas voluminosas, las agarró con
pasión inusitada. ¡Se ve que las ganas de sexo no se acaban con la muerte!
La novia cadáver...casi la consigo entera
Otro par de esqueletos
debían haber sido matrimonio en su vida anterior, porque en cuanto revivieron
comenzaron a pelearse. Creo que discutían porque puse el brazo de uno al otro y
trataban de arrancárselo entre ellos.
Entre los
últimos que recuerdo, estaba la que me confesó que se llamaba Inga. Una
antropóloga austriaca que recorría el desierto mexicano buscando cementerios de
civilizaciones ya desaparecidas. Durante semanas no dio con ninguna pista
significativa y cuando lo hizo, resbaló y cayó rodando al fondo de una sima,
abriéndose la cabeza y contribuyendo con sus huesos a la colección existente.
Todavía se le veía el agujero en la zona occipital.
Esos dos están casados...¡discuten incluso muertos!
Resucitar
todos aquellos muertos fue una tarea agotadora. Me acurruqué junto al fuego
para reponer fuerzas y lo siguiente que recuerdo son las bofetadas de mi esposa
tratando de espabilarme.
- Pero ¿qué
pasa?, ¿dónde estoy?
-He pasado la
peor noche de mi vida. Al ver que no volvías a casa he venido a denunciar tu desaparición
a la comisaría y me encuentro con que estás durmiendo la mona en uno de los
calabozos.
La policía me dijo que te encontraron bailando en el cementerio y
que cuando te quisieron agarrar para traerte aquí, les pediste que te dejaran bailar
un último vals con Frau Grotz. ¿Pero qué has estado haciendo todas estas horas?
Pasé unas
cuantas noches durmiendo en el sofá, pero esa es ya otra historia carente de
interés.
Y desde aquel
día, cada noche de difuntos, un ejército de semivivos vuelve al que fue su
mundo, atemorizando a todo el que encuentran. Pero no os penséis que se trata
de zombies a medio descomponer, sino todo lo contrario, se trata de esqueletos
a medio componer.
Y colorín,
colorado, hasta el apuntador queda resucitado.
Moraleja:
chavales, los porros son muy malos, ¡cuidadín!
Dedicado
a Lore, mi más fiel seguidora, por su reciente cumpleaños
Hay mucha verdad en este relato.
ResponderEliminarLos porros son muy malos... sobre todo si los fumas antes de escribir😁
Gracias por hacerme pasar un rato que primprom ser aterrador y se convirtió en divertido
Hay mucha verdad en este relato.
ResponderEliminarLos porros son muy malos... sobre todo si los fumas antes de escribir😁
Gracias por hacerme pasar un rato que prometía ser aterrador y se convirtió en divertido
Que no, que no, que yo no le doy a los porros. .. pero una copilla no te digo yo que no ayude. Dicen que Tenessee Williams era muy aficionado al Bourbon ... pero además tenia un gran talento
EliminarQue no, que no, que yo no le doy a los porros. .. pero una copilla no te digo yo que no ayude. Dicen que Tenessee Williams era muy aficionado al Bourbon ... pero además tenia un gran talento
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